Cuando se canta con el corazón, el niño interior se libera. Se abre la puerta donde el niño ha estado encerrado y emerge a presión con todos sus sentimientos ocultos. El niño sale al mundo exterior a través de la voz.
La voz hablada es muy limitada si la comparamos con la cantada. El registro vocal, la longitud de emisión, los matices y las dinámicas son mucho más amplias cantando que hablando. Y la magia de la música siempre ayuda a revelar los sentimientos.
Cuando mis alumnos cantan con esa capacidad de ENTREGA, sus ojos se iluminan. Esos brillos de la vidriera celestial me anuncian que el niño se ha liberado. Mirarles y que me miren en ese momento es como inundar la Vida de luz, es lo más puro que puede haber. La textura de la voz se transforma, suena muy puro...y a veces muy vulnerable. El niño empieza a decir sus cositas con la sonoridad de la voz. Al principio no suele gustar a los alumnos esa sonoridad tan “infantil” porque todos los alumnos de alguna forma buscan potencia, sobrevaloran el volumen y no soportan la vulnerabilidad. Muchos se frustran y se avergüenzan de la primera “visita del niño” en su voz. Pero poco a poco van entendiendo, que sin niño, no hay adulto pleno.
Se me saltan las lágrimas viendo a los alumnos abrazando al niño manifestado en su voz. Aun con miedo y extrañeza, están siendo absolutamente sinceros e íntegros consigo mismos, con toda su historia y su sentir atemporal. Especialmente me emociona viendo a los que se ve que han tenido vivencias personales muy duras y aun así luchan por liberar a ese niño candado. Dan todo en cada nota que cantan, en cada sílaba que pronuncian, como si les diera igual morir mañana. Realmente es algo sagrado. Como guía de desarrollo vocal, poder presenciar esos momentos, es lo más valioso. Abrirse es arriesgarse.
El niño no solo nos cuenta las emociones de liberación. El niño ha acumulado los sentimientos indigestos. El alumno revive muchas cosas al conectar con el niño, cosas muy tristes, mucho miedo y confusión. Solo intelectualmente sabe que no es “algo” de ahora porque no hay motivo ninguno para sentirse así. Algunos tratan de omitir estos mensajes del niño porque la voz se ve afectada y no pueden cantar bien. Bueno, es lo que dicen. Pero en realidad, lo que sucede es que muy difícil revivir cosas que transmite el niño. Yo les ayudo a que no oculten al niño que por fin se atrevió a expresarse. Los alumnos también sienten cosas a través de mí. El niño entra en proyección conmigo. Esto se debe a que la voz funciona como un hilo que teje los vínculos personales. No sólo ayuda a exteriorizar los sentimientos, sino que también hace aflorar los problemas relacionales.
Por ejemplo, cantan fuerte porque tienen la sensación de que, si no, yo no les oigo (suele ocurrir en alumnos con muchos hermanos). O al revés, cantan muy flojito para no molestarme (su madre siempre les mandaba callar). Otro ejemplo muy común: aunque les felicite por lo que acaban de hacer, creen que en el fondo no estoy satisfecha y se sienten culpables por no saber hacerlo mejor. O curiosamente se les taponan los oídos justo cuando les elogio. O me oyen, pero como si yo les hablara en chino quedándose con una expresión en la cara como de ausentes. En todos estos casos, lo que está claro es que, a esos niños, les es imposible pensar que, al entregar su corazón, la mamá se alegre.
Esto es dolorosísimo. Al darse cuenta de ello, la voz se quebranta. Muchos rompen a llorar y no pueden seguir cantando. Siento su dolor, pero me mantengo viviéndolo junto an ellos, porque llorar también es una expresión vocal. Sólo que cuando el niño viene muy estresado, al liberarse se desborda y eso no cabe en la estructura musical.
Cuando cesa el llanto liberador del niño, les animo a los alumnos a que sigan cantando con la voz que aún les quede. De la manera que puedan y les apetezca. Porque el niño tiene derecho a seguir expresándose, aunque técnicamente les “salga” muy mal. Y creo que cantar es la mejor forma de ayudar al niño a integrar lo que está viviendo.
Antes, una clase de canto era eso, una clase. Pero teniendo en cuenta la cantidad de energía psicosomática que mueve la voz, merece la pena profundizar y acoger esa cualidad y avanzar desde la raíz. Cantar es una excelente manera de conectar con el niño interior, liberarle hacia afuera y reparar sus vínculos afectivos, si se desea. Aunque el objetivo del “Guía de De-arrollo Vocal” siga siendo enseñar a cantar bien...Como dijo mi sobrino a los 17 años: “si se profundizara, todas las asignaturas deberían de llegar a ser una única, que es la filosofía, pero no la de libro, sino la de la Vida”. Así que, profundizándolo bien, enseñar a cantar no solo significa entonar, ni medir el ritmo.
Que el niño vuele sin ataduras, sin conflictos, jugando y divirtiéndose con la voz
Makiko Kitago
©VerdeMente, 212
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