Muchas veces, las películas nos permiten comprender fácil y gráficamente, verdades a las que de otra manera nos costaría más acceder.
En esta película de Sam Mendes, de 1999, podemos extraer sentidos muy valiosos para los momentos que nos toca vivir repetidamente a lo largo de nuestra vida.
Podemos examinarla a la luz de la alquimia, y veremos tres estadios bien definidos. El primero es la Nigredo o ennegrecimiento, un estado que nos toca vivir frecuentemente y que el personaje principal, encarnado por Kevin Spacey nos presenta desde el comienzo mismo. Es el estado de "quemado" o "burnout", que se define por sentirnos abrumados por la rutina, asfixiados por responsabilidades que vamos asumiendo poco a poco, hasta hacer de nuestra vida una gris monotonía carente de sentido. Este estado es muy habitual en nuestra cultura de la producción y del trabajo, en la que se nos enseña e insta desde pequeños a ser productivos, a comprar, a tener, olvidando la dimensión más profunda de nuestro ser. Con lo que todo se vuelve pesado como el plomo. Por ello a esta etapa se la llama “la etapa de Saturno”, el dios del tiempo.
Normalmente, lo único que puede sacarnos de dicha etapa, es el descubrimiento de una sensación de belleza, de fascinación, de interés. En algo "allí fuera", en los demás o en algún objeto o proyecto, algo que nos permita proyectar aquello que ya somos, pero que no somos capaces de ver, como por ejemplo, el valor, el amor, la dulzura. En suma, enamorarnos de algo o de alguien, que puede ser un trabajo ideal, una persona maravillosa, un libro fascinante, una carrera ideal, etc. A eso se le llama en la alquimia, la Albedo, la segunda etapa. Albedo significa "enblanquecimiento", porque todo se llena de luz, de vida, de colores, es ese estado que tanto conocemos y anhelamos en el que sentimos que "caminamos sobre algodones". En resumen, enamorarnos.
Lester Burnham, el protagonista, entra en la Albedo al conocer a Ángela (ángel, mensajero), una quinceañera amiga de su hija que lo deslumbra. A partir de allí cambia su vida, comienza a vivir en función de esa belleza objetivada, que es cuando creemos que sin esa persona, trabajo, libro, etc., no podríamos vivir.
Lo más frecuente es que esto nos suceda regularmente, pero que, así como llega, se vaya diluyendo debido a que la persona en cuestión nos deja, o se vuelve habitual verla, etc. Con lo que, poco a poco, volvemos a nuestra Nigredo de siempre, para, nuevamente más adelante, volver a proyectar o a transferir nuestra belleza en alguien o algo otra vez en un ciclo sin fin.
Algunas personas, como Caroline, la esposa de Lester, se las arreglan para tener estímulos habituales y suficientes como para no caer nunca tan bajo como para llegar a una nigredo, pero tampoco vivir siempre en una perfecta Albedo. Es decir, quienes viven así nunca tocan fondo, pero por esa misma razón, nunca alcanzan la realización vital o “individuación”.
Cuando una persona toca fondo, es cuando realmente un cambio se produce en su vida. Por ello es Lester y no Caroline, el que entra en una Albedo muy intensa y comprometedora, la cual, para él, se abrirá hacia el final de la película a una Rubedo unificadora.
Lester comienza siendo una persona que siente que su vida es un infierno, que lo disminuyen sus congéneres, que no vale. Con la aparición de Ángela, de la que se enamora perdidamente (no de ella misma, sino de la belleza que ella encarna) y con la de Ricky, su nuevo vecino, que representa su sombra, recuerda cualidades que él había postergado por mucho tiempo, como la capacidad de ser astuto, y de conducirse con mayor libertad en sus vínculos laborales y personales. Ricky le suministra marihuana, lo que representa la posibilidad de que el mundo rígido de lo "bueno y lo malo" disuelvan sus fronteras y, así, lo inconsciente pueda emerger más fácilmente.
A su vez, Ricky, la sombra de Lester se enamora de Jane, la hija de Lester, que representa al futuro, al mañana de cada uno de nosotros. Todo ello hace que Jane, quien iba por el camino trazado por Caroline, su madre, ahora se vuelque en la dirección de lo profundo. En el mismo camino en que Lester está embarcado.
El coronel Fits es el padre de Ricky, y es aquella parte de nosotros que lo quiere controlar todo (por eso anula a su esposa Bárbara y lo intenta sin éxito con su hijo Ricky), y es quien, al final de la película, acaba asesinando a Lester. Justo cuando éste último entra en la Rubedo o enrojecimiento, la etapa alquímica que implica la Coniuctio, o "Unión" de los opuestos. Es decir, Lester se da cuenta de que la belleza que ve en Ángela es una proyección de la Belleza que reside en todas las cosas (a la que podemos también llamar: Dios), y así ya no "necesita" a Ángela, con lo que cierra una etapa de dependencia (lo que no implica que no le siga atrayendo), y entonces muere.
Esta muerte indica un final y un comienzo, el comienzo del viaje de Jane, quien tiene pensado fugarse con Ricky para comenzar una vida nueva lejos de allí. Ella es la simiente del cambio, de lo nuevo, que ha sobrevivido y ha nacido de, toda la complejidad que fue vivida por todos los personajes. Los cuales son uno solo, aspectos en definitiva de nuestra propia mente.
Lester: nuestra mente asfixiada por el sinsentido.
Caroline: la búsqueda de poder como modo de sentirse importante;
Buddy Kane: el ideal de Caroline.
Ángela: la chica superficial, que sólo ve lo estético.
Jane: la promesa, la posibilidad de cambio.
Coronel Fits: la mente controladora, obsesiva;
Bárbara: el alma muerta por el exceso de control.
Ricky: la sombra, lo inconsciente que cataliza el cambio.
En suma, las opresiones de nuestra vida (nigredo), son las dolorosas oportunidades de tocar fondo. Lo que permite que surja en nosotros la desesperada necesidad de encontrar algo bello en la vida (albedo). Y, si conocemos este proceso de antemano, sabremos que todavía debemos dar un paso más, y descubrir que lo que en realidad buscamos ya existe en nosotros desde el comienzo mismo. Con lo que empezaremos a ver belleza en todo y en todos (rubedo), aún en lo feo y desagradable.
El proceso de la individuación o crecimiento interior es eterno, siempre puede alcanzar profundidades mayores.
Buen Viaje!!!
Pablo Veloso
©Verdemente, 213