Desvelar lo Inefable, por Juan Manzanera.
La cuestión primordial es saber qué hay aquí, qué es verdad ahora. Podemos hablar y hablar, leer cientos de explicaciones y teorías, pero siempre está pendiente apreciar, en vivo y en directo, nuestra realidad última, lo que realmente somos, lo esencial de todo lo que existe.
Es una tarea personal; nadie puede hacerla por nosotros, que alguien haya encontrado la realidad no sirve de nada. Es uno mismo quien tiene que recibir el vislumbre. Cada uno tiene la responsabilidad de hacer el proceso.
Dice la enseñanza que la verdad es simple, inmediata y obvia, sin embargo las distracciones son tan potentes que se nos escapa.
Tan cerca que no la puedes apreciar.
Tan profunda que no lo puedes aprehender.
Tan simple que cuesta creerlo.
Tan bueno que cuesta aceptarlo (Tradición Shangpa de Mahamudra)
El problema es que la mente nos distrae. Perdidos en conceptos, pensamientos, imágenes y estados mentales no nos queda espacio para apreciar lo que hay aquí. La mente nos hace mirar a otro sitio. La atención está dirigida a todo lo que la mente crea y nunca a la realidad absoluta.
Creemos que vivimos en el mundo y que atendemos las cosas del mundo, pero sólo estamos mirando el mundo que la mente ha desplegado delante de nosotros. Vivimos un mundo imaginario, puramente mental y cada uno de nosotros formamos parte de esa imaginación. Sobre la verdad se ha proyectado un facsímil de realidad muy convincente pero completamente vacío de contenido.
Nosotros mismos formamos parte de lo imaginario, y esto hace más difícil apreciar la verdad. Porque encontrar la verdad es desaparecer. Como el personaje de un sueño.
Imaginemos soñar ser un meditador que busca la verdad recluido en un monasterio budista. El meditador es un personaje imaginario, busca su realidad, pero él no es quien la encuentra, él no puede encontrarla. Al despertar, desaparece. Luego, se recuerda el sueño y la verdad se desvela: el meditador sólo era la imaginación de la mente soñando. La realidad era muy simple, pero el meditador no podía encontrarla, él mismo era parte del engaño; sólo la podía hallar la mente despierta.
A la par que simple, resulta desconcertante. No puedes hacerte desaparecer a ti mismo. No puedes encontrar la verdad que eres sin desvanecerte.
Ante un proceso tan poco razonable es inevitable cometer numerosos errores. Por ejemplo, dejar de pensar, quedarse con la mente en blanco, controlar los conceptos y demás estrategias para manipular la mente son inútiles y contraproducentes. Solo es necesario descansar en la conciencia misma. Todo lo demás es adentrarse más en el mundo ilusorio.
Maestros tibetanos que ya han recorrido este camino han tenido la bondad de señalarnos algunas cosas que evitar puesto que no sirven para despertar:
Considerar la práctica de meditación como un estado libre de pensamientos en el que han cesado las percepciones de los seis sentidos es perderse en un estado de sopor.
Considerar la meditación como absoluta claridad, gozo y vacuidad y aferrarse a esas experiencias; entender la meditación como un estado neutral monótono sin conciencia.
Creer que meditar es dejar que todo suceda.
Hacer que meditar se convierta en fijarse en pensamientos como “todo es vacuidad”, “la naturaleza de la mente no puede aprenderse”, “todo es una ilusión”, “es como el espacio”,
Creer que pensar es un defecto que hay que inhibir.
Considerar que hay que descansar en meditación tras controlar los pensamientos y anclarse en un estado de atención” (Tsele Natsok Rangdrol, Lamp of Mahamudra)
De modo que las indicaciones son muy claras. Esforzarse en librarse de los pensamientos no sirve para desvelar la verdad, ni tampoco entrar en experiencias de gozo, claridad o vacío. Tampoco funciona quedarse en un estado neutral ni dejar que todo suceda.
Además, fijarse en la idea de apertura, de espacio o de que todo es una ilusión tampoco ayuda, y controlar los pensamientos tampoco nos va a acercar a la verdad última. Por otro lado, ni siquiera funciona situarse firmemente en un estado de conciencia.
Lo más curioso es que muchas de estas actitudes nos parecen lógicas. Si nos dicen que la mente es lo que interfiere en apreciar la realidad, sería lógico suspender la mente, buscar un estado sin pensamientos y permanecer ahí. Sin embargo, no sirve. Nada de eso nos acerca un ápice a lo que es real en este momento.
De modo que la gran pregunta es cómo descubrir la verdad, qué hacer. Pero por mucho que preguntemos o busquemos, y por muy decepcionante que nos resulte, en el fondo no existe ninguna respuesta satisfactoria. La cuestión es que no hay una manera, más bien se trata de parar y de dejar de buscar formas de lograrlo. Esto es sin duda, muy frustrante para cualquiera que se tome en serio el asunto, pero así es como funciona.
Parar y detenerse ahora es lo que hace posible apreciar lo inefable; es la condición imprescindible. Dicho de otro modo se trata de entregarse a vivir el momento presente.
No hay nada que hacer. Solo sea. No haga nada. Sea. Nada de escalar montañas ni de sentarse en cavernas. Yo ni siquiera digo: «sea usted mismo», puesto que usted no se conoce a usted mismo. Solo sea. Una vez visto que usted no es ni el mundo «exterior» de las cosas perceptibles, ni el mundo «interior» de las cosas concebibles, que usted no es ni el cuerpo ni la mente —solo sea (Sri Nisargadatta Maharaj, I am That)
La cuestión, entonces, es entender qué significa parar, estar aquí y ahora.
¿Qué quieren decir los maestros cuando sugieren esto? Cada uno debe investigar en sí mismo qué significa la instrucción. Es un proceso que puede llevar cierto tiempo. Se trata de mirar ¿Qué es lo que hay aquí? ¿Qué es todo esto? ¿Cuál es la naturaleza de esta experiencia?
Una clave viene del maestro gran maestro Padmasambava:
El estado despierto de la iluminación es tu propia conciencia pura, despierta por naturaleza (Guru Rinpoche y Yeshe Tsogyal, The Instruction of Pointing the Staff at the Old Man)
Cómo se produce la apertura es lo que resulta difuso. Parece haber un cierto consenso en que para cada persona es diferente y el modo de una persona no sirva a los demás.
Ahora bien, además hay una regla imprescindible y fundamental, que debe acompañar a este detenerse en el presente, es el anhelo de verdad. La pasión y dedicación con la que uno se enfrenta a este proceso de depuración.
Quienes poseen este deseo son escasos. Lo más frecuente es carecer de una verdadera necesidad, por lo cual esta dedicación a la realidad primordial suele ser más bien un proceso que puede llevar años. Empezamos con una cierta atracción por los temas espirituales o una insatisfacción con la vida ordinaria, y con el tiempo empezamos a apreciar la importancia de desvelar la verdad última. El efecto de este anhelo nos lleva a poner menos entusiasmo en las necesidades y satisfacciones del yo, y nos enseña vivir en la incertidumbre, apreciar la inseguridad y dejar de creer en un mundo feliz.
Así visto, el despertar no es en sí difícil, lo difícil es reunir las condiciones. Un antiguo texto nos recuerda lo cerca y lo simple que es:
Cheng Li, al pronunciar mi voto hace muchos eones,
pensé que había hecho que todo fuera más simple.
¿Por qué os esforzáis?
¡Soltad!
En todo el Canon Mahayana no hay mayor sabiduría que la Sabiduría de Soltar
Vosotros, seres que buscáis liberación ¿por qué no soltáis?
Cuando tristes, soltad la causa de la tristeza.
Cuando enojados, soltad la ocasión de la ira.
Cuando llenos de codicia o lujuria, soltad el objeto de deseo.
Momento a momento liberaos del yo.
Donde no hay yo no puede haber ningún pesar ni deseo,
Nadie que llore ni nadie que codicie.
Ningún ser que muera o renazca.
Los vientos de las circunstancias soplan a través del vacío,
¿A quién pueden dañar?
Juan Manzanera
Escuela de Meditación
© Revista VerdeMente
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