En Busca del Punto de Quietud
Ramiro Calle
Los yoguis buscan lo que he venido en acuñar como el "punto de quietud". Un ángulo de la mente que se sitúa más allá del pensamiento ordinario y en el que se puede delimitar un estado de bienaventuranza e infinita serenidad. A modo de conveniencia he venido utilizando esta denominación a lo largo de muchos años, haciendo referencia a un "lugar" existente en el ser humano que se caracteriza por su calma profunda, su quietud plena y su silencio perfecto. Aunque es personalmente experimentable, su propia naturaleza es transpersonal. El que lo experimenta no lo hace egocéntricamente, pues en ese "lugar" no hay noción del yo, ni de lo tuyo y lo mío, ni de esto o aquello, ni de dentro fuera. Todo lo que se diga a propósito del "punto de quietud" son meras aproximaciones, porque solo se lo puede conocer y comprender mediante la propia experimentación. Es una energía de plenitud, claridad, bienestar y silencio, con la que es posible conectar cuando uno va más allá de las ideaciones mecánicas y las modificaciones mentales, estableciéndose en la raíz del pensamiento, en la antesala del ego. Antes de que surja el pensamiento y sensación de ego y los apegos y aversiones que resultan del mismo, se halla ese "lugar" de inmaculada y reveladora quietud. Su energía es la de la precisión, el orden, la dicha, la armonía y el sentimiento de plenitud y unidad.
Casi todos los seres humanos han tenido esporádicamente un atisbo o "golpe de luz", por fugitivo que haya sido, de ese "lugar" de serenidad que nos colma de un sentimiento de expansión, plenitud y bienestar. Es un sentimiento de encuentro con el cosmos. En ese "lugar", por el que fluye una energía de gran poder, se encuentra la inteligencia primordial, que conecta con lo Inmenso o la Fuente.
Para poder acceder a ese "punto de quietud", el yogui ha creado, desde muy antaño, diferentes técnicas, que pretenden inhibir el pensamiento ordinario para dar un salto hacia otras dimensiones de la consciencia. Hay determinados métodos de meditación en este sentido, pues los yoguis consideran que cuando "el pensamiento cesa, surge la luz del ser". Buen número de técnicas de pranayama o control respiratorio son para frenar el pensamiento mecánico, e ir más allá de la mente agitada. En el verdadero hatha-yoga, incluso si los asanas (posturas de yoga) se detienen, es para eliminar las fluctuaciones mentales y acceder a esa Mansión del Silencio a la que tantas referencias hago en mi relato iniciático EL FAQUIR. En ese "punto de quietud" el movimiento cesa y, empero, uno danza con todo el Universo. Brota la presencia de ser, pero no de ser esto o aquello, sino simple y llanamente de SER. ¿Hay experiencia más gloriosa y transformativa?
Pero no solamente las diferentes ramas del yoga han buscado ese lado de la mente que denomino la Mansión del Silencio. También lo han hecho otras numerosas sendas hacia lo Incondicionado. Sin olvidar la mística cristiana, donde tanto se ha hablado de esa nube-del-no-saber que es la verdadera sabiduría. Ésta se ha perseguido a través de la incesante oración del corazón que lleva más allá de las palabras y, sobre todo, de la contemplación. También en el budismo tibetano hay enseñanzas para poder establecerse en el lado más vacuo e iluminado de la mente, denominado rigpa. Y desde luego en la meditación budista de viejo cuño, se trata de acceder a ese ángulo de quietud y claridad a través de sus dos formas de meditación: samatha (meditación de tranquilidad) y vipassana (meditación de visión profunda).
La mente ordinaria y condicionada es insuficiente para percatarse de lo que está más allá de los conceptos y los denominados pares de opuestos (dulce-amargo, dentro-fuera). Por eso, el ser humano de todas las épocas, intuyendo una Realidad que se esconde tras la realidad cotidiana, ha buscado métodos para encontrar la fuente del pensamiento y fundirse con aquello que hace posible el pensamiento. Que es, en realidad, un estado de máxima quietud, lucidez y ecuanimidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario